“Alguien debe cumplir la comisión de Cristo; alguien debe continuar realizando la obra que él comenzó en la tierra; y a la iglesia se le ha concedido este privilegio” (Ibid., p. 19).
La comisión evangélica es la magna carta misionera del reino de Cristo. Los discípulos habían de trabajar fervorosamente por las almas, dando a todos la invitación de misericordia.... El mandato dado a los discípulos nos es dado también a nosotros. Hoy día, como entonces, un Salvador crucificado y resucitado ha de ser levantado delante de los que están sin Dios y sin esperanza en el mundo” (Ibid., p. 30).
La obra del colportaje, debidamente practicada, es obra misionera del más alto orden, y es un método tan bueno y de tanto éxito como cualquiera que se pueda emplear para presentar a la gente las verdades importantes para este tiempo. La importancia de la obra del ministerio es indudable; pero muchos que tienen hambre del pan de vida no han tenido oportunidad de oír una palabra de los predicadores delegados por Dios. Por esta razón es esencial que nuestras publicaciones reciban amplia circulación. Así el mensaje irá donde el predicador no puede ir, y la atención de muchos será atraída a los acontecimientos importantes relacionados con las escenas finales de la historia de este mundo” (Ibid., p. 532).
“Si hay una obra más importante que otra, es la de presentar al público nuestras publicaciones, induciéndolo así a escudriñar las Escrituras. La obra misionera ‑que consiste en introducir nuestras publicaciones en el seno de las familias, conversar y orar con ellas‑, es una obra buena” (Servicio cristiano, p. 181).
“ En cuanto a iluminar y confirmar a la gente en la verdad, las publicaciones harán una obra mayor que el solo ministerio de la palabra hablada” (Ibid., p. 181).
“Puesto que el colportaje con nuestras publicaciones es una obra misionera, debe ser dirigido desde un punto de vista misionero. Los que son elegidos como colportores deben ser hombres y mujeres que sientan la preocupación de servir, cuyo objeto no sea obtener ganancia, sino dar luz a la gente” (Joyas de los testimonios, t. 2, p. 536).
Cada colportor tiene necesidad positiva y constante del ministerio angélico; porque tiene una obra importante que hacer, una obra que no puede hacer por sus propias fuerzas... Su fuerza, su valor, su éxito dependerán de cuán plenamente esté entretejida en su propia experiencia y desarrollada en su carácter la verdad presentada en los libros. Cuando su propia vida esté así amoldada, podrá representar ante los demás la verdad sagrada que lleva” (Ibid., p. 538-539).
“Todos los que deseen tener una oportunidad de ejercer un verdadero ministerio, y que quieran entregarse sin reserva a Dios, hallarán en el colportaje oportunidades de hablar de las muchas cosas concernientes a la vida futura e inmortal” (Ibid., p. 541).
“El colportor inteligente, que teme a Dios y ama la verdad, debe ser respetado, porque ocupa una posición igual a la del ministro evangélico” (Ibid., p. 540).
“Necesitamos comprender la importancia del colportaje como gran medio de hallar a los que están en peligro, y de llevarlos a Cristo” (Ibid., p. 543).
“El Señor desea que ganéis almas” (Ibid., p. 544).
“Los colportores deben ser impresionados por el hecho de que la obra del colportaje es la misma obra que el Señor desea que hagan. Deben recordar que están en el servicio de Dios” (El colportor evangélico, p. 87).
“Recuerde el colportor que su obra es de naturaleza evangélica, y que Dios quiere que aquellos a quienes él encuentre sean salvos” (Ibid., p. 57).
“No puede Ud. esperar que el Señor le dé el éxito más completo para ganar almas para él a menos que todos su modales y su presentación sean de una naturaleza tal que conquisten el respeto... Ud. debe considerar que es representante del Señor Jesucristo” (Ibid., p. 94).
“Los colportores deberían recordar que están trabajando con el Señor para salvar almas, y que no han de introducir ninguna vulgaridad en su sagrado servicio” (Ibid., p. 103).
“La obra que realizó Cristo debéis hacerla vosotros como sus evangelistas de lugar en lugar” (Ibid., p. 61).
“No es la capacidad del instrumento o del obrero, sino que es el Espíritu de Dios obrando en el corazón, el que otorga el verdadero éxito” (Ibid., p. 150).
El Señor ordenó por medio de su mensajera: “Debe prepararse un equipo de colportores por medio de una instrucción completa y práctica para manejar las publicaciones que salgan de la prensa” (Mensajeros de esperanza, 64).
Pr. Heyssen J. Cordero Maraví
Departamental de Publicaciones MOP