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viernes, 3 de julio de 2009

UNA BREVE TEOLOGÍA DE LA ORACIÓN

UNA BREVE TEOLOGÍA DE LA ORACIÓN
Son pocos los libros eruditos acerca de la oración. ¿Es que se ha dicho todo de ella? ¿No hay nada más que decir? ¿O no es un buen motivo de estudio serio? En realidad las obras que reinan al respecto pertenecen al ambiente de divulgación, y son presentados como testimoniales, devocionales, reflexiones y otros. José M. Martínez menciona que “curiosamente, y de modo inexplicable, la oración apenas a sido objeto de estudio serio”,[1]en absoluto se pretende insinuar que este material lo es, al contrario, pero se cree de gran importancia presentar esta realidad.
Los temas de discusión y análisis bíblicos-teológicos son otros, los asuntos de investigaciones de los exegetas son diversos, pero en asuntos de crecimiento en Cristo, de práctica cristiana son no muchos. Esto preocupa ya que “la oración es uno de los deberes más esenciales. Sin ella no puedes observar una conducta cristiana. Eleva, fortalece y ennoblece; es el alma en conversación con Dios.”[2] Así, es necesario comprender algunos asuntos antes de ahondar en el tema.
Una comunicación quebrantadaPara hablar de la oración y su origen debemos ir al bereshit, es decir al principio, en Edén (Gn. 1-3). Moisés registra que Adán y Eva, fueron creados para vivir en comunión constante con Dios, el Creador. Elena G. de White dice: “Mientras fuera inocente, Adán había gozado de abierta comunión con su Hacedor; pero el pecado produjo separación entre Dios y el hombre […]. El hombre tenía vedada la comunicación directa con su Creador”.[3] Es así que desde la entrada del pecado el hombre, ya no podría comunicarse en forma directa con Su hacedor, habría de comunicarse a través de la oración. Esto probablemente por lo que se le dijo a Moisés “porque ningún hombre que me verá y quedará vivo” (Ex. 33:20).
No obstante, aún cuando el hombre actúo rebeldemente contra Dios, desobedeciéndolo fatalmente, Dios le otorgó la oportunidad de seguir teniendo un relacionamiento especial; de Creador a criatura. Claro está sí que, no como en el principio, pero es reconfortante saber que hay al menos una “vislumbre”.

Una forma de comunicación “restaurada”
La oración es presentada a lo largo de las Escrituras de esa forma, “como una forma de comunicación restaurada”. La oración evidentemente es la manifestación de una relación personal de la criatura con su Hacedor. Así, existen no pocos pasajes bíblicos donde se nota este asunto. Conversaciones como la de “dos de amigos” (Gn. 18:16-33), como “un niño pidiendo protección de su padre” (Gn.32:9-12), como “un hijo a un padre” (Ex.3:7-15), en fin, tantos pasajes.
Es cierto sí que, existe una sumisión y adoración anticipada a Dios de parte del hombre, sin embargo es claro notar en expreso que, no se advierte a Dios lejos del hombre, como inalcanzable. En absoluto. No se muestra a un Dios lejano y hasta desconocido. Al contrario, es un Dios personal, aunque si dejar de ser lo que es: Un Dios universal, soberano. Un Dios trascendente pero inmanente a la vez. La perfección y la imperfección interactuando a través de la oración. Esto es a decir verdad, un privilegio inmensurable a pesar de la baja condición humana.

Dios toma la iniciativa
Después de salir del Edén, la humanidad emprendió la carrera de la oración. Sin embargo Dios, como siempre, toma da el primer paso. Así fue después del pecado. Dios los buscó y dijo: “¿Dónde estás tú?” (Gn.3:9). En ese sentido, Dios habla a sus hijos más explícitamente a través de su Palabra, de las Escrituras, a través de los profetas y la misma historia.

El hombre se desvíaMas con la existencia del pecado, muchos entendieron equivocadamente el asunto de la oración (en realidad de toda la voluntad divina).
Para empezar, en busca de “algo real”, de algo físico talvez, muchos dejaron de adorar al Dios invisible y Todopoderoso, para ir tras “dioses” diseñados a gustos y conveniencias, probablemente motivados por su naturaleza pecaminosa de alejarse siempre de Dios, o su sed de tener a un Dios para orar o rezar de cerca. Es así que “Los paganos en la antigüedad ofrecían sacrificios y rogativas a sus dioses para pedirles algo, aplacarlos o hacerles cambiar de actitud.”[4]
No obstante, a la luz de la Biblia, la oración debe ser dirigida a su autor, a Dios, y solo a Él y escapa claramente, a los fines paganos. Así de manera extraordinaria. Dios en toda su trascendencia muestra también inmanencia. Este asunto indica que el hombre es un ser más que privilegiado.

Un Dios para orar
“La oración es la perpetua comunión con Dios; es el oxígeno del alma, sin el cual el alma se atrofia y muere.”[5] Cuando el ser humano llegó a entender quién es Dios realmente, por lo que ha hecho y hace, la oración se convierte parte de su vida como efecto natural. Reconoce la majestuosidad del Todopoderoso y se ve tan minúsculo. Entiendo por consecuencia que, la oración es un verdadero privilegio.

La oración en el Antiguo Testamento
En el AT la oración es presentada de manera cuerda, no es ciega ni superficial. Por ello Miqueas dice: “Pero yo miraré al Señor, esperaré al Dios de mi salvación, mi Dios me oirá” (Mi.7:7). Isaías lo entiende así. Después de ver la grandeza de Dios y notar su condición no puede dejar de hablar a Dios (Is. 6).
De esta manera, la oración llegó a ser entre los que realmente reconocían a Dios como lo que era, el Dios supremo, Rey de reyes y Señor de señores, en una práctica sincera, llena de agradecimiento y alabanzas (Ex.15). Entonces el pueblo de Dios sería un pueblo de oración: “Por eso orará a ti todo hombre piadoso mientras pueda hallarte” (Sal. 32:6). Es preciso entonces que, todo aquél hijo de Dios, creyente practique la oración.

La oración transformada en rezo
En esta parte no se pretende hablar de las diferencias de la oración y el rezo; está sobreentendido que son más que desiguales. Pero es necesario entender porqué hasta Jesús, el Dios mismo enseñó acerca de la oración, siendo que aparentemente el pueblo de Dios había entendido el asunto de la oración.
José M. Martínez cree que, todo tuvo su origen en las repeticiones constantes que los israelitas tenían que hacer respecto a la shema (Dt. 6:4-7) al levantarse y acostarse,[6] ello suponía la repetición al pie de la letra. Aunque no se debe olvidar que fue de bendición para otros, como lo fue Daniel que oraba tres veces al día (Dn. 6:10).[7]
Es por ello que Isaías registra las palabras de Dios: “Este pueblo se acerca con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mi” (Is. 29:13), palabras que Jesús mismo las repitió al confrontar a la tradición farisaica (Mt. 15:8,9).

La oración en el Nuevo TestamentoEs más, Jesucristo en su primer advenimiento entre sus preciosas enseñanzas, dejó un legado de gran valor. En otras palabras Jesús vino a enseñar la verdadera forma de orar a Dios (Mt. 6:9-13; Lc. 11:2-4), lógicamente es un modelo; pero no solo enseña, sino que lo ejemplifica y prueba que es efectivo en su vida (Mt. 11:25-27; Jn. 11:41,42; Mt. 14:23; Lc. 6:12), entre otros.
Esa maravillosa vida de oración de parte de Jesús, caló profundamente en las vidas de los doce que lo seguían y Juan, el teólogo y discípulo amado, se atreve a pedirle enseñanza sobre la oración (Lc. 11:1).
Al leer los cuatro evangelios se evidencia que Jesús había hecho de la oración una necesidad. ¿Cómo sería la forma de su oración, que llegó a impactar tanto a sus discípulos? Sin duda alguna, fue una oración muy distinta a la que ellos conocían. Así en coro dijeron: “Señor enséñanos a orar” (Lc.11:1).
Jesús les enseñó de manera sencilla el Padrenuestro, muy famosa oración. ¿Quién no la conoce?

¿La oración otra vez transformada en rezo?
Para los creyentes de todos los tiempos la oración ha sido el impulso natural de su fe, la expresión más viva de la relación que el hombre puede tener con Dios.”[8] Y en la actualidad se han escrito innumerables de libros acerca de la oración. Existen exquisitos sermones sobre este asunto. Hasta los agnósticos, a pesar de dudar de la existencia de un cualquier tipo de Dios “Por ejemplo en Holanda, reconocidamente como el país europeo más agnóstico, está habiendo un aparente retorno a la oración.”[9]
Sin embargo, ¿es la oración que nos enseñó Jesús en su primer advenimiento?
No es desconocido el hecho de que en la Iglesia Católica Apostólica Romana, la oración enseñada por Jesús, el padrenuestro es un asunto serio. Es decir que lo han convertido en un rezo, en una repetición mecánica. No obstante, es notable que aunque en las iglesias protestantes el padrenuestro no es considerado como un rezo sino como un modelo, el problema ahora radica que en que la oración de igual manera se ha distorsionado como en los tiempos de Cristo. Y se utiliza ese término de que se ha trastornado porque simplemente ha dejado de ser la oración que Jesús nos enseñó.Los judíos de aquellos tiempos, los discípulos de Jesús como buenos Judíos eran poseedores de gran riqueza de las más bellas plegarias, pero eran justamente eso, plegarias preescritas, y otras que eran si duda vanas palabrerías a los cuales el Señor Jesús se contrapuso.

[1]José M. Martínez, Teología de la Oración (Barcelona: CLIE, 2000), 19.[2]Elena G. de White, Testimonio para la iglesia (Buenos Aires: ACES, 1987), 2:280.[3]Elena G. de White, Patriarcas y profetas (Buenos Aires: ACES, 2005), 53.[4] Roberto Badenas, Encuentros (Buenos Aires: ACES, 1997), 108.[5]Asociación Ministerial de los Adventistas del Séptimo Día, Creencias fundamentales de los Adventistas del Séptimo Día (Buenos Aires: ACES, 2007), 157.[6] José M. Martínez, 32.[7] Ibid.[8]José M. Martínez, 13.[9]Alejandro Bullón, Señales de esperanza (Buenos Aires: ACES, 2008), 48.

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