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jueves, 10 de noviembre de 2011

Una Obra de Primera Importancia





Un ministerio de éxito para salvar almas 

Debidamente desempeñada, la obra del colportor es una obra misionera del más elevado carácter, y para presentar a las gentes las verdades importantes para nuestros tiempos no se puede emplear método mejor y más afortunado. No se puede negar la importancia de la predicación, pero muchos que están hambrientos del pan de la vida no tienen el privilegio de oír la palabra de los ministros delegados por Dios. Por lo tanto es esencial que nuestras publicaciones sean esparcidas por todas partes. De esta manera llegará el mensaje donde el ministro no puede ir, y la atención de muchos será llamada a los importantes sucesos relacionados con las últimas escenas de la historia de este mundo. 

Dios ha ordenado el colportaje como un medio de presentar a la gente la luz contenida en nuestros libros, y los colportores deben comprender cuán indispensable es presentar al mundo tan pronto como sea posible los libros necesarios para su educación e ilustración espirituales. Esta es en verdad la obra que el Señor quiere que su pueblo haga en este tiempo. Todos los que se consagran a Dios para trabajar como colportores están ayudando a dar el último mensaje de amonestación al mundo. No podemos estimar demasiado altamente esta obra; porque si no fuese por los esfuerzos del colportor, muchos no oirían nunca la amonestación ( Joyas de los Testimonios , tomo 2, pág. 532. Año 1900). 

Una obra de la mayor importancia 

Si hay una obra más importante que otra, es la de presentar al público nuestras publicaciones, induciéndolo así a escudriñar las Escrituras. La obra misionera -que consiste en introducir nuestras publicaciones en el seno de las familias, conversar y orar con ellas-, es una obra buena que instruirá a los hombres y mujeres acerca de cómo realizar la labor pastoral ( Testimonies , tomo 4, pág. 390. Año 1880). 

Cuando los miembros de la iglesia se den cuenta de la importancia de la circulación de nuestras publicaciones, dedicarán más tiempo a esta obra. Las revistas, los folletos y los libros serán colocados en los hogares de la gente, para predicar el Evangelio en sus diversos aspectos. . . . La iglesia debe dar atención a la obra del colportaje. Esta es una de las formas en que debe brillar en el mundo. Entonces será "hermosa como la luna, esclarecida como el sol, imponente como ejércitos en orden" ( Manuscrito 113, 1901). 

Un llamamiento a revivir el interés 

Se me recuerda constantemente la importancia del colportaje. Últimamente no se le ha infundido a esta obra la vida que le dieron una vez los agentes que hicieron de ella su especialidad. Se sacó a los colportores de su obra evangelizadora para que se dedicasen a otros trabajos. Esto no es como debiera ser. Muchos de nuestros colportores, si estuviesen verdaderamente convertidos y consagrados, podrían hacer más en este ramo que en cualquier otro en cuanto a presentar a la gente la verdad para este tiempo. 

La Palabra de Dios nos muestra que el fin se acerca. Hay que amonestar al mundo, y como nunca antes debemos trabajar para Cristo. Se nos ha confiado la obra de amonestación. Debemos ser conductos de luz para el mundo e impartir a otros la luz que recibimos del gran Portaluz. Serán probadas las palabras y las obras de todos los hombres. No nos rezaguemos ahora. Lo que debe hacerse para amonestar al mundo se ha de hacer sin dilación. No se deje languidecer la obra del colportaje. Preséntense a tantas personas como se pueda los libros que contienen la luz sobre la verdad presente ( Joyas de los Testimonios , tomo 2, pág. 545. Año 1900). 

Iguala en importancia al ministerio 

Los colportores han de salir a hacer su obra en las diversas partes del país. La importancia de esta obra se equipara plenamente 19 a la del ministerio. El predicador vivo y el mensajero silencioso se necesitan por igual para la realización de la gran tarea que afrontamos ( Review and Herald , 1-4-1880). 

El trabajo de colportar con nuestras publicaciones constituye una rama muy importante y provechosa de la obra evangélica. Nuestras publicaciones pueden ir a lugares donde no se pueden realizar reuniones. En tales sitios el fiel colportor evangélico ocupa el lugar del predicador vivo. Por medio de la obra del colportaje se presenta la verdad a miles de personas que de otra manera nunca la podrían oír ( Id ., 7-10-1902). 

No tenemos tiempo que perder. Hay una obra importante delante de nosotros, y si somos siervos perezosos perderemos ciertamente la recompensa celestial. Pero pocos son los que tienen una visión amplia y extensa de lo que puede realizarse para alcanzar a la gente por medio de esfuerzos personales e interesados en una sabia distribución de nuestras publicaciones. Muchos que no serían inducidos a escuchar la verdad presentada por el predicador vivo, aceptarán un folleto o una revista y lo leerán con cuidado; muchas de las cosas que leen concuerdan exactamente con sus ideas, y así se interesan en leer todo lo que contiene ( Id ., 19-12-1878). 

Para comprender nuestra responsabilidad 

Existe el peligro de que nos dejemos invadir por un espíritu de mercantilismo y absorber tanto en los negocios terrenales, que las verdades de la Palabra de Dios no se manifiesten en nuestra vida. El amor de los negocios y de la ganancia se vuelve siempre más dominante. Hermanos míos, sean vuestras almas realmente convertidas. Si hubo alguna vez un tiempo en que fuese necesario comprender nuestra responsabilidad, es ahora, cuando la verdad está caída en la calle y la rectitud no puede entrar. Satanás ha bajado teniendo gran poder, para obrar con todas las seducciones de injusticia en aquellos que perecen; y todo lo que es susceptible de ser removido lo será; solamente subsistirán aquellas cosas que no puedan serlo. El Señor vendrá; estamos entrando en escenas de calamidades. Los agentes de Satanás aunque invisibles, se esfuerzan por destruir las vidas humanas. Pero si nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, contemplaremos su gracia y su salvación. El Señor viene para establecer su reino sobre la tierra. Que nuestras lenguas sean santificadas y empleadas para su gloria. Trabajemos ahora como no lo hicimos nunca. Somos exhortados a instar "a tiempo y fuera de tiempo" (2 Tim. 4: 2). Debemos crear oportunidades para la presentación de la verdad, y aprovechar toda ocasión que se nos presente para atraer las almas al Salvador. 

Como pueblo, debemos volver a convertirnos, de manera que nuestra vida santificada anuncie la verdad tal cuál es en Jesús. Al mismo tiempo que repartimos nuestras publicaciones, podemos, con el corazón ardiente y palpitante, hablar del amor del Salvador. Sólo Dios, puede perdonar los pecados; si no comunicamos este mensaje a los inconversos, nuestra negligencia puede implicar su perdición. . . . El Señor nos pide a todos que nos esforcemos para salvar las almas que perecen. Satanás está obrando; procura seducir aun a los mismos escogidos; ahora es el momento de trabajar con vigilancia. Debe darse publicidad a nuestras libros y periódicos; el Evangelio de la verdad presente debe ser dado sin tardanza a nuestras ciudades. ¿Cumpliremos con nuestro deber? ( Joyas de los Testimonios , tomo 3, págs. 312, 313. Año 1909). 

La obra de Dios 

Recuerde el colportor que tiene la oportunidad de sembrar junto a todas las aguas. Recuerde, mientras vende los libros que dan el conocimiento de la verdad, que está haciendo la obra de Dios, y que todo talento debe ser empleado para gloria de su nombre. Dios estará con todo aquel que trata de conocer la verdad a fin de poderla presentar a otros claramente. Dios ha hablado con sencillez y claridad; "Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga" (Apoc. 22:17). Sin tardanza debemos instruir a aquellos que lo necesitan, a fin de que sean llevados al conocimiento de la verdad tal como es en Jesús ( Id ., tomo 2, pág. 533. Año 1900). 

Atalayas y mensajeros 

Ha llegado el tiempo en que los colportores deben hacer una gran obra. El mundo está dormido y, como atalayas, ellos han de hacer repercutir la amonestación para despertar a los que duermen a fin de que conozcan su peligro. Las iglesias no conocen el tiempo de su visitación. Con frecuencia la mejor manera en que pueden aprender la verdad, es por medio de los esfuerzos del colportor. Los que salen en nombre del Señor son sus mensajeros para dar a las multitudes que están en las tinieblas y el error las gratas nuevas de la salvación en Cristo en obediencia a la ley de Dios ( Id ., pág. 534. Año 1900). 

Verán almas convertidas 

Salgan los colportores con la Palabra del Señor, recordando que los que obedecen los mandamientos y enseñan a otros a obedecerlos serán recompensados al ver las almas convertirse; y un alma verdaderamente convertida traerá otras a Cristo. Así entrará la obra en nuevos territorios ( Ibid . Año 1900). 

Mientras dure el tiempo de gracia 

Mientras dure el tiempo de gracia, habrá oportunidad para que el colportor trabaje. Cuando las denominaciones religiosas se unan con el papado para oprimir al pueblo de Dios, lugares donde existe libertad religiosa serán abiertos por medio del colportaje evangélico. Si en un lugar la persecución se hace severa, procedan los obreros como Cristo enseñó. "Mas cuando os persiguieron en esta ciudad, huid a la otra". Si la persecución llega allí, id aun a otro lugar. Dios guiará a sus hijos, convirtiéndolos en una bendición en muchos lugares. Si no fuera por la persecución no estarían tan ampliamente esparcidos para proclamar la verdad. Y Cristo declara: "No acabaréis de andar todas las ciudades de Israel, que no venga el Hijo del hombre" (Mat. 10: 23). Hasta que en los cielos se proclame el decreto, "Hecho es", siempre habrá lugares para trabajar, y corazones que reciban el mensaje ( Testimonies , tomo 6, pág. 478. Año 1900). 

Hay una gran obra que hacer, y debe realizarse todo esfuerzo posible para revelar a Cristo como el Salvador que perdona el pecado, Cristo como el que carga con el pecado, Cristo como la brillante estrella matutina; y el Señor nos dará favor ante el mundo hasta que la obra esté terminada ( Id ., págs. 20, 21. Año 1900). 

No existe obra superior 

No hay otra obra superior a la del colportaje evangélico, pues ella envuelve el cumplimiento de los deberes morales más importantes. Los que toman parte en ella necesitan estar siempre bajo la influencia del Espíritu de Dios. No hay que ensalzarse a sí mismo. ¿Qué es lo que tiene cualquiera de nosotros que no lo haya recibido de Cristo? Debemos amarnos como hermanos, revelando nuestro amor al ayudarnos unos a otros. Debemos ser misericordiosos y corteses. Debemos juntarnos más, trabajando mano a mano. Sólo los que viven en armonía con la oración de Cristo, actuando en conformidad con ella en la vida práctica, podrán soportar la prueba que vendrá sobre todo el mundo. Los que se exaltan a sí mismos se ponen bajo el poder de Satanás, y se preparan para ser víctimas de sus engaños. La palabra del Señor a su pueblo es que hemos de levantar la bandera alto y más alto. Si obedecemos a su voz, él obrará con nosotros y nuestros esfuerzos serán coronados de buen éxito. En nuestra obra recibiremos ricas bendiciones de lo alto y almacenaremos tesoros junto al trono de Dios. Si sólo supiéramos lo que nos espera en el camino no nos mostraríamos tan apáticos en la obra del Señor. 

Estamos en el tiempo del zarandeo, el tiempo en que lo que pueda sacudirse será sacudido. El Señor no disculpará a los que conocen la verdad, si no obedecen su mandato en palabra y obra. Si no nos esforzamos por llevar almas a Cristo, nos hará responsables de la obra que hubiéramos podido hacer y que descuidarnos por causa de nuestra indolencia espiritual. Los que pertenecen al reino del Señor han de trabajar con celo para ganar almas. Han de hacer lo que puedan para restaurar la ley y sellarla entre los discípulos. 

El Señor quiere que la luz que derramó sobre las Escrituras resplandezca en rayos claros y brillantes; y es deber de nuestros colportores hacer un esfuerzo enérgico y concertado para que se cumpla el designio de Dios. Nos espera una obra grande e importante. El enemigo de las almas lo comprende y está empleando todo medio de que dispone para inducir al colportor a emprender algún otro ramo de trabajo. Debe cambiarse este orden de cosas. 

Dios invita a los colportores a que vuelvan a su trabajo. Pide voluntarios que dediquen todas sus energías y entendimiento a la obra y ayuden dondequiera que haya oportunidad. El Maestro invita a cada uno a hacer según su capacidad la parte que le ha sido confiada. ¿Quiénes responderán al llamamiento? ¿Quiénes saldrán, henchidos de sabiduría, gracia y amor a Cristo, a trabajar en favor de los que están cerca y lejos? ¿Quiénes sacrificarán la comodidad y el placer, y penetrarán en los lugares donde reina el error, la superstición y las tinieblas, para obrar con fervor y perseverancia, presentar la verdad con sencillez, orar con fe y trabajar de casa en casa? ¿Quiénes saldrán en este tiempo fuera del campamento, dotados del poder del Espíritu Santo, para soportar oprobio por amor a Cristo, explicar las Escrituras a la gente y llamarla al arrepentimiento? 

Dios tiene obreros en toda época. Satisface la demanda de la hora con la llegada del hombre apropiado. Cuando clame la voz divina: "¿A quién enviaré, y quién nos irá?" "llegará la respuesta: "Heme aquí, envíame a mí" (Isa. 6: 8). Todos los que trabajan eficazmente en el colportaje deben sentir en su corazón que están haciendo la obra de Dios al ministrar a las almas que no conocen la verdad para este tiempo. Están proclamando la nota de advertencia en los caminos y los vallados, a fin de preparar un pueblo para el gran día del Señor, que pronto ha de sobrecoger al mundo. 

No tenemos tiempo que perder. Debemos alentar esta obra. ¿Quiénes saldrán ahora con nuestras publicaciones? El Señor imparte idoneidad para la obra a todo hombre y mujer que quiera cooperar con el poder divino. Obtendrán todo el talento, el valor, la perseverancia, la fe y el tacto que requieren, cuando se pongan la armadura. Debe hacerse una gran obra en nuestro mundo, y los agentes humanos responderán ciertamente a la demanda. El mundo debe oír la amonestación. Cuando llegue la invitación: "¿A quién enviaré, y quién nos irá?" contestad en forma clara y distinta: "Heme aquí, envíame a mí" ( Joyas de los Testimonios , tomo 2, págs. 548, 549. Año 1900). 

Comentarios de espectadores descuidados 

Los espectadores negligentes no aprecian tal vez nuestro trabajo ni ven su importancia. Tal vez piensen que es un negocio que reporta pérdidas, una vida de labor ingrata y sacrificio propio. Pero el siervo de Jesús la ve de acuerdo con la luz que brilla de la cruz. Su sacrificio le parece pequeño en comparación con el de su bendito Maestro, y se alegra de seguir en sus pisadas. El éxito de su labor le proporciona el gozo más puro, y es la más rica recompensa de una vida de trabajo paciente ( Id ., pág. 556. Año 1900). 

No hay tiempo que perder 

La obra del colportaje es una obra de gran responsabilidad, y significa mucho para los hombres y mujeres que se ocupan en ella. Vivimos en un tiempo en que hay una gran obra que hacer, ¿y qué mejor oportunidad podremos tener de proclamar la invitación a la cena que Cristo ha preparado? Los que en este tiempo emprendan la obra del colportaje con fervor y consagración serán grandemente bendecidos. No tenéis tiempo que perder. Consagraos voluntaria y abnegadamente a la realización, de esta obra. Recordad que es evangélica en su naturaleza, y que ayuda a dar la amonestación que se necesita grandemente ( Manuscrito 113, 1901). 

Por




Elena G. de White
El Colportor Evangélico, capítulo 2

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