“Mira, yo he llamado por nombre a
Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá […] Y he aquí que yo he
puesto con él a Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan; y he puesto
sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te
he mandado" (Ex. 31:2,6).
En la época bíblica se atribuía al
nombre una considerable importancia, hay una relación directa entre el nombre y
la persona o cosa nombrada; el nombre participa de alguna manera en la
esencia que tiene por objeto revelar. Un nombre en la antigüedad
representaba el carácter, la historia o naturaleza del individuo, el
nombre estaba estrechamente ligado con la existencia. Lo que no tenía
nombre no existía (Gén. 2:19-20; Ecl.6:10).
Bezaleel “en la protección de Dios”
y Aholiab “mi carpa/tienda paterna” fueron llamados por Dios para una obra especial.
Ambos cristalizarían y ejecutarían lo que se le presentó a Moisés. Qué impresionante es saber que Dios nos
conoce por nuestro nombre. No somos un
número más en la gran lista de criaturas de Dios. Dios nos conoce por
nuestro nombre. Cuando estaba en el colegio, algunos de mis profesores
estilaban no llamarme por mi nombre sino por números. Dios no es así… me llama
por mi nombre.
Es interesante notar que si bien
es cierto Bezaleel y Aholiab eran varones con talentos y dones, gozaban de
experiencia en lo que de alguna manera u otra Dios requería; lo que impresiona
es que Dios no los deja solo con sus habilidades y destrezas sino que los
capacita con sabiduría y los dota del Espíritu Santo para que “hagan todo” lo
que había mandado. Y es que cosas espirituales demandan hombres espirituales.
Algún lector puede estar pensando
en cómo fue su llamado: “Bezaleel y Aholiab gozaban de experiencia y talentos o
dones, ¿y qué de mí? ¿Yo no tengo ningún talento? ¿Yo no sé hacer nada bueno en
los asuntos del Señor? Déjame decirte que Dios no tiene hijos “inútiles”. La
Biblia enseña que Dios dotó a algunos con cinco talentos, a otros con tres y a
otros con uno… pero a todos le dio al menos uno (Mt. 25). Esto quiere decir que
todos, de alguna manera u otra tenemos algún don o talento que Dios nos ha
dado. El problema es que probablemente no lo estamos usando.
Pero, hay un detalle mucho más
extraordinario. Cuando Dios nos llama, no nos ve como somos: con defectos, errores,
fracasos y temores sino más bien cómo llegaremos a ser con su intervención. Es
cierto que algunos llamados sí tienen un sin número de talentos, pero Dios nos
ve lo que ven nuestros ojos (1 Sam. 16:7).
Podríamos concluir diciendo que (1)
Dios no nos llama al azar, lo hace porque nos conoce, (2) Dios nos llama y nos
capacita con su Espíritu Santo porque para su servicio es necesario que sea
así, (3) Todos, de alguna manera u otra tenemos algún talento o don, (4) para
que Dios nos llame es importante lo que sabemos y la experiencia, pero no
determina, pues Dios desea que sus hijos sean obedientes, se pongan en sus
manos.
Hoy es un nuevo día, hay muchos
desafíos que cumplir. No olvides que Dios te llamó, y su llamado es de suma
importancia en Su plan. Eres importante para la obra que Él te ha encomendado.
Vía: MENSAJES DE ESPERANZA
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