Cuando llegué a su casa, me dijo que debíamos hacer un "pequeño" viaje en motocicleta de tres horas.
Hace algunos años
también serví a Dios en un lugar donde debía atender a la veinte y ocho
iglesias, y para visitarlas, debía movilizarme en una motocicleta. El
pastor y yo comenzamos el viaje en una motocicleta Honda CBF - 150 de
color negro, una bella máquina. A 100 km/hora cerca de 40 kilómetros. Ya
llegamos pensé, no era así para tornarse más interesante aún.
Ingresamos a una carretera afirmada (con ripio) y comenzamos el viaje de
cerca de hora y media. Fue un duro viaje. Como pasajero la pasé muy mal
y es que mis costillas fueron las más afectadas por las "baches". Yo
había manejado moto, pero no sabía que de pasajero las cosas no son tan
bonitas.
Cuando pensé que
llegamos, la verdad es que debíamos hacer otro viaje a 15 km. a través
de una "trocha" donde solo cabía un solo carro o vehículo, donde si se
encuentran en direcciones opuestas, uno de ellos debe retroceder algunas
cuadras para arrinconarse y dejar espacio para que el vehículo que es
más grande y pesado pase. Mis costillas y mi cintura estaban
devastadas, pero no podía hacer eso evidente porque yo soy un
misionero.
Al llegar al
lugar de destino, me emocioné tanto que los dolores desaparecieron al
ver a las decenas de hermanos que esperaban a sus pastores como ovejas
por pastos frescos y agua. Comenzamos a capacitar y a entrenar a los
hermanos de esa zona rural. Uno de ellos me dio la mano, no eran iguales
a las que en las ciudades sientes. Personas rudas aparentemente, pero
con gran amor sincero y cariño hacia su prójimo.
Fueron tres horas
de capacitación. Ya era hora de volver pues tenía un compromiso en otro
lugar ese mismo día por la noche. Justo cuando ya me despedía, se
desató una torrencial lluvia. Una lluvia a cántaros... casi una hora
esperando para regresar, y cuando finalmente pensé que regresaríamos, el
pastor anfitrión me dijo que no podía regresar debido a que la lluvia
no permitía que las motocicletas pasen los pequeños riachuelos.
Uno de los
lugareños me dijo que lo mejor era que me quede y que viaje al día
siguiente. Le dije que no. Le expliqué que debía cumplir con un
compromiso y que era urgente que viaje. Ellos me dijeron que era
imposible que yo viaje por la torrencial lluvia a no ser que haya un
milagro y un auto de lugar esté disponible.
Los hermanos me
llevaron a un paradero, y allí por casi dos horas y nada de nada. Cuando
ya me daba por vencido, recordé de mi compromiso (debía iniciar una
campaña evangelística en otra ciudad). Ore a Dios y le dije: "Señor, yo
vine es cierto, pensando que el lugar no era tan lejos... no pensé que
el viaje iba a ser tan largo, pero descubrí que hay mucha necesidad de
tus hijos acá. Quizá si hubiera sabido esto no habría venido. Perdóname
porque me he estado convirtiendo en un pastor de ciudad y de
comodidades. Aire acondicionado, internet, buenas autopistas... pero hoy
veo que estoy en la tierra y debo pisarla".
Estaba por
terminar mi oración, cuando apareció un auto que debía viajar sí o sí, a
Pucallpa porque se trataba de algo urgente. Gracias a Dios ese auto me
dejó en la ciudad en tan solo 3 horas.
Pero mi apreciado
lector, Ud. dirá qué es lo que motiva a este escritor aficionado a
plasmar esta reflexión del alma? Simple. Necesito ser un pastor guiado
por el Espíritu Santo, y no por las comodidades. Quiero ser un pastor
que siempre pise tierra. Un pastor a todo terreno.
Gracias Padre por esa enseñanza.
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